Lentamente, lo mismo que una nube,
nuestro amor ya se estaba disipando;
porque aquella ilusión que un día tuve
se venía en hastío transformando.
Mi promesa de amarte yo mantuve,
más de pronto tu amor se fue alejando;
y miraba que tu alma de querube
su fulgor y ternura fue apagando.
En el alma esperanza la retuve
con la idea que fueras tu cambiando;
y entre versos y lágrimas anduve
tu actitud tan ingrata soportando;
¡pero un día, cansado me detuve
comprendiendo que estaba delirando!
Autor: Aníbal Rodríguez.