Los días de tu vida, le dieron sentido a la mía, no fueron más de quinientos, pero marcaron la razón de mi existencia. Hoy se cumplen ocho años, desde aquel momento en que tú mirar se adentró en mi corazón, gestando un sentimiento puro y verdadero ¡inconmensurable e inmarcesible!, atesorado y conservado con los recuerdos entrañables, de momentos compartidos.
Ocho años y pareciese que fuese ayer, cuando tu llanto irrumpió el silencio de la madrugada ¡sábado de gloria! recorriendo cada rincón de aquel lugar donde esperaba impacientemente tu llegada, preparando mis brazos que anhelaban tenerte, acariciarte y sostenerte, como lo hicieron hasta tu último suspiro.
Ocho años y pareciese que fuese ayer, donde tu ternura hincho mi corazón de felicidad, de amor e inexplicables sentimientos, sentimientos que en medio de la noche, quise compartir con mis seres queridos, haciéndolos participe de tu llegada ¡tal vez estaba loco, producto de tu presencia!
Ocho años y pareciese que fuese ayer, donde tu sonrisa se impregno en mi alma, y que hoy se refleja en cada alba y ocaso de mis días. Ocho años, teniendo la calidad de padre ¡contigo aprendí a ser padre!, te pido perdón si en los días de tu vida, actué errónea e irresponsablemente, permitiendo que hoy solo estés en mi corazón y no aquí conmigo en cuerpo y alma.
Mi corazón está de fiesta, porque tu estas en él, pero también refleja tristeza y melancolía al curiosear como seria tu rostro, tu sonrisa y tu hermoso cabello dorado, como serias en cada etapa de tu existencia, en cada cumpleaños, en cada día de tu vida.
En mí, enjambres de recuerdos que alimentan mi alma y que hoy me hacen estar de pie con las mismas fuerzas en que batallaste los días de tu vida para compartirlos conmigo; ocho años y pareciese que fuese ayer