Midió con la mayor perfección
el daño que causaría:
devaste pasado en un alma,
erradicó la renombrada calma
en el desastre que haría.
No creí que un corazón
lo desvanecería;
a punto de darle ilusión,
cumplió su plan, su misión,
le vi como a una santa,
pero el demonio tenía.
Era un diablo silencioso
que no le explotaría.
Trabajaba en silencio,
estrategias estudiadas
cual insuperable espía.
La experiencia aplicó
como profesional sobresaliente
en la tarde de un día.
Su experticia en francotirador
atinando al latente
un balazo disparó
y así lo despedazó
con impecable puntería.
Por ahí andan los pedazos,
como aquel rompecabezas
que otra vez no se armaría;
piezas quedaron hechas nada,
y el alma que fue robada…
jamás…
la devolvería…