Como el hijo descarriado huía de Salvador, corría y me alejaba del camino del Señor.
Con tanto amor me esperaba mi apasionado pastor, que su vida entregaba por liberarme del dolor.
Murió y resucitó, de lejos me vio perdido y vino lleno de amor a darle a mi vida alivio.
Ahora que me ha encontrado y me lleva a su cuidado, soy tan feliz a su lado que le adorare hasta el fin.
Dándole la gloria eterna siempre le voy a alabar, al contar la dulce historia del que me vino a salvar.
A sus pies he regresado y arrepentido estoy, el anunció mi llegada y en su casa festejo.
Es vez de darme el castigo qué mi culpa mereció, bondadoso y compasivo mis pecados perdono.