De cómo el lugar que recuerdas sigue siendo, viviendo, pero lo ves y ves el recuerdo, no la realidad presente, que sigue. Aquí, en casa y sus alrededores veo y no veo lo que es ahora sino lo que fue.
—Nota que extraigo de mi vademécum y que quizá sea la crónica de una nostalgia.
Veo y no veo.
Los ojos no dan abasto
con lo que ya fue.
Veo y no veo,
veo con el corazón
y la realidad no es suficiente.
Veo cómo la vida sigue incesante,
veo cómo el pájaro sigue cantando,
picando sobre el duro del tronco
con el afán de extraer algún gusano
—como la vida misma, esa que exige
ganarse el pan diario con el frío sudor
de una frente que no cesa, esa.
Veo y no veo.
Cada día paso en busca de sustento
por aquellos lugares que poblaron mi infancia.
Esos lugares —solo pasto del recuerdo—
no gozan de existencia operatoria,
solo son fruto perenne de una fábula,
de una ficción que se hace carne
cada vez que piso el terreno.
Ternero fui y ahora soy aquí vaca,
vaca de un prado verde y con espigas,
vaca y muge y levanta la vista
al tren que pasa, que da las gracias
a una vida sin prisa y sin pausa—sigo sintiendo esa brisa...
No soy capaz de ver lo que ahora es,
el batir actual de unas hojas arboleñas
que entonces solo eran un presagio
—dicen los que saben que un organismo
se renueva por entero cada siete años,
o algo así, no den demasiado crédito.
Nostalgia, no lo diría tan seguro y alto.
No es nostalgia mi padecimiento,
no es apego a aquello que fue
ni mucho menos —me atrevería
a decir sin miedo a acertar.
No es nostalgia —decía—
lo que me consagran los médicos;
es simplemente impotencia,
es el fracaso de unos ojos
que no dan abasto, que ya están llenos
de una vivencia, de algo que vibró
cuando el crepitar era verde y tierno,
y que se quedó cosido al alma.
Es impotencia sensorial, diría yo.
En un ojo, en un oído, gusto o tacto
no caben dos mundos, dos torrentes
que desemboquen sin que al menos uno
claudique del lecho, se desboque
y huya hacia horizontes nuevos,
nuevos maizales que inundar,
nuevas aceñas que mover,
buscando eso, nuevos caudales,
nuevas sementeras y acequias
porque no dan abasto...
No, no, no es nostalgia,
no me tengo por nostálgico,
nunca lo he sido; pero sí me gusta recordar...