Nuestros ojos se encontraban.
Hondamente nos mirábamos.
Nuestras bocas se unían
y con pasión nos besábamos.
Nuestros cuerpos se juntaban.
Febrilmente nos tocábamos.
Así era nuestro amor.
Con locura más y más nos amábamos.
Un día de repente te fuiste.
Me quedé sola tu ida lamentando.
Mi corazón se preguntaba
por qué lo estabas abandonando.
Intuía tu no regreso y yo
aunque quería no lo estaba calmando.
Después de tanto amarte
ahora estaba por tu amor suplicando.
Aprendí que soñarte era beber
dulce vino con un sabor amargo.
No fue el destino quien robó
tu amor cometiendo un embargo.
Tu Plantaste la semilla del adiós
con una falsa y egoísta proeza.
Aún hoy pienso en el ayer
alguna noche y algún amanecer…
Y desahucio con premura
toda idea que me haga padecer.
Sé bien que tu amor se volvió
bruma al perder su pureza.
Amelia Suárez Oquendo.