Me dijiste te quiero
una noche de luna
y alumbró la laguna
un radiante lucero.
Yo sentí que vivía
de ilusión su locura
al mirar la ternura
que tu rostro tenía.
Tu pasión me brindaste
con lujuria suprema
y tu cuerpo entregaste
con la llama que quema.
Fui feliz en tu nido
con tus dulces caricias
que serían primicias
del amor mas florido.
Fueron días de gloria
los divinos instantes
que con ansias constantes
nos llenamos de euforia.
Me quedó en la memoria
tu excitante sonrisa
con la luz que hinoptiza
con beldad promisoria.
Hoy mi espíritu llora
y se llena de hastío
pues tu imagen añora
y se siente vacío,
porque fuiste la aurora
que me diera su brío
alumbrando el camino
de mi incierto destino.
Autor: Aníbal Rodríguez.