Olor a metralla y muerte
pesa e invade el gris ambiente.
La niña, observa impotente
un cuerpo inmóvil e inerte…
sobre él, en copos se vierte
blanca nieve sin cesar;
se paró su palpitar
es su padre en realidad
y, la triste crueldad
de la codicia y su errar.
Tiene en su manita rosa
cuanto en infancia heredó:
una brecha que le dolió
y una muñeca andrajosa…,
una mirada borrosa
y unas lágrimas heladas;
la cara y alma laceradas
sufren rotas de dolor,
causado por el horror
de unas vidas destrozadas.
Tiembla de miedo, sumida
en un ancho y oscuro cielo.
El trauma y el desconsuelo
son mala compaña en la huida
para el resto de la vida
por lo que hoy es un atropello,
injurias con firma y sello
de un homicida demente,
criminal de guerra ingente
merecedor del degüello.
¡qué salga de su agujero!
dando dos pasos al frente,
si se creyó buena gente
debe enfrentarse el primero
y de respuesta, sugiero,
el porqué ha sucedido,
el porqué ha destruido
la belleza de la infancia,
la vida y la tolerancia…
¿quizá, por ser mal nacido?
Fdo.: Rafael Huertes Lacalle