En la lejanía de noches oscuras,
cautiva en la trampa de tus embelesos,
transito tortuosos traspiés de locura
por no poseer el bien de tus besos.
Mis ojos te buscan, tú te desvaneces
yéndote lejano, te desapareces.
No ves que mi vida se entrega a la muerte
cuando la abandonas a su triste suerte.
Mi ser se estremece de dolor intenso
cuando atisbo a verte con tu bella amada,
la llevas del talle con orgullo inmenso
clavando en mi alma inclemente daga.
Me ahoga el llanto de sueños desechos,
se secan mis carnes, se roen mis huesos.
En mi cielo gris ya no hay estrellas,
mi luna arrancaste dándosela a ella.
Y es que llegué tarde a tocar tu puerta
implorando al cielo que estuviera abierta.
De balde toqué, en vano imploraba,
siempre que llamé estuvo cerrada.
Tal vez algún día recuerdes la risa
de quien en silencio te amaba sin prisa
Quien con esperanza imaginó un sueño
del que eternamente tú serías dueño.
Sólo me conforta el saber que existes,
que furtivamente puedo contemplarte
y aunque a mí me esperen muchos días tristes
¡Mi amor no se rinde, él sabrá esperarte!