Míralos, ahí están.
Qué les importa no acordarse
bien del nombre de sus hijos,
o saberse, a pies juntillas, las lecciones
que les procuraron sus vidas.
Fueron, y ya está. Se contaminaron,
seguramente, fumaron, se inundaron de vida;
de fe, de esperanza o decepción.
Estuvieron presentes en el bautizo
de algún amigo, les robaron en el banco,
no agitaron bandera alguna. Y aquí están,
aquí siguen. Olvidando, por momentos,
la infelicidad de sus vidas-.
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