Giras con la doble voz
cosida al reflejo
de la perversa distinción
del mal,
la pureza inhóspita de la muerte
o el fundido a negro
de la maquinaria de la noche
cuya repetición se nos congela
en el tímpano,
como la invisible victoria
de un insecto,
que tintinea
sobre la huella sonora
de nuestros ojos,
cielos afilados
por los escombros de un océano,
antigua fatalidad
de una memoria sin relato,
cabalgando
sobre la espiral sesgada
de una llama de oro.