Perdón, por no haber sabido comprender tus cambios de humor, tus miedos,
la protección ante un mundo que desconocía, la incertidumbre del futuro
siendo niña de corazón generoso e ímpetu arraigado de raíz.
Siempre envuelta en esas pequeñas cosas que conformaban mi mundo por
entonces... Días de instituto, confeccionar ese vestido que hiciera luminoso
la tarde del sábado, enamora al chico de clase y las temidas notas al final del
trimestre. Dispuesta siempre a encontrar cualquier excusa a la medida para
enfatizar el esfuerzo y descalificar al profesor con la frase manida,
\"Mamá, el profesor me tiene manía\"
Perdón, cada vez que no pude decirte lo siento, ante mis continuos cambios
de humor, la manera poco asertiva de contestarte, la bronca por no ponerme de
acuerdo con el reloj, por no saber disculpar esa pequeña intromisión a la hora
de leer aquella carta escrita de mi viejo diario, preocupada como estabas por
mi falta de felicidad en días confusos de juventud.
Perdón, por no haber sabido ponerme en tu lugar y denostar con vocablos estúpidos
el trabajo que hacen las amas de casa, quizás no era el momento, una chiquilla
piensa que su madre va a durar toda la vida.
Por no haberte dicho una y otra vez, te quiero, cuando te levantabas cada mañana
para despertarme antes de irme al instituto, no sin antes preguntar por el bocadillo
y darme un beso en la puerta. Cuando me servias de freno ante cualquier desatino
empeñaba como estaba en no dar mi brazo a torcer, sufriendo en la sombra más de
un disgusto y casi siempre una reflexión.
Por que en un rincón de mi alma, aguarda el tiempo de una conversación, ya que
mi mente se niega a despedirse y añora tus brazos.
Esos pasos corriendo por una escalera hasta llegar a la puerta de casa y encontrarme
con la luz de tu sonrisa, tu consuelo ante cualquier chiquillada, ante cualquier pena
y dificultad. Por eso le pido a este cielo que nos ilumina que nunca se olvide de ti,
ni pueda con su tesoro los estragos de la edad y menos el olvido.
Hoy mi voz sonríe de nuevo por ti, Madre.