Carlos Eduardo

Ahpril

 

era bella;

 

tenía,

 diamante de corazones,

 palomas en su cuello  de cisne;

 

derrames de,

 sonrisas al viento de mis mejillas,

 carácter primaveral;

 

como no querer sus ojos infinitos;

qué fiestas de miradas;

 

osadía,

partió temprano;

 

sus luces  bañaron a la mar de alegría,

cuántos océanos cantaron;

 

revuelo revolucionario

atómico

descompresión subversiva

creció su temperamento

bailando al ritmo de las guerras,

de los sueños, de  la realidad,

fortaleció la musculatura

del esfuerzo, de la gallardía y del odio,

fémina superior

fogata universal

relativizó el porvenir,

susurrando