EFRAÍN BURDEL
Quienquiera que los haya inventado
¡quienquiera!
tenga mi eterno agradecimiento y brindemos:
¡Salud y gracias!
porque no hay
como esta pasajera niña que me trae su mano,
ni como esta otra, que me enrostra el irme
con otra más joven y más bella.
Por tanta prodigalidad de besos
yo no quisiera aferrarme a nada
para entrar en todas las camas
y probar en ellas todos los abrazos.
Los burdeles donde estuve
están llenos de buenos incidentes:
a Mariela le han dado una paliza,
Luisa tiene un pretendiente,
Francia contrajo peste y Clara,
la de los tristes pezones,
me ha pedido estos versos
a cambio de cosas mejores.
*
He naufragado en los burdeles
con una pena fundamental y fría;
las putas y su alegría se montan a mis ojos
y me voy ciego
a mi tarea de escriba:
“Rosa, a ti este poema sin tránsito ni piernas”
“Clara, tuyos son estos versos”
“Jenna, por tus lágrimas y tu ciencia”
*
Más tarde,
no podría el amor matarme con sus canciones
porque el beso de una puta fue mi inspiración primera,
el bautismo de mi carne,
mi lección de cabecera.
Y tras ese nombramiento de mi sexo
crecí sin especias ni mieles,
solo y victorioso de ser hombre,
solo y preparado para lo que viniese.
No me verán, por consecuencia,
buscar como Edipo a una madre,
ni salvar princesas de enemigos crueles:
yo busco el amor de las putas,
más sincero y celeste
que el de los mismos ángeles
y el de las mismas pléyades.
Yo bebo en la corriente de los besos ya dados
para mezclarme en ellos como el agua en una fuente,
y así pasar por la vida
fugaz, entero, salvado,
intacto de llantos y de muertes.