Cierro los profundos ojos, pienso en escaparme,
viajar a tu lado como si fuese un tonto ángel.
Quiero que el oscuro mar se trague el sol cobarde,
y que las noches ya te regresen a mi lado.
Yo quiero embriagarme, maldecir al crepúsculo,
recostarme en el pasto y aceptar que te he perdido.
Ir a las verdes montañas, volver a elevarme.
Quiero irme hasta el sol con mis blancas a las de cera,
Y derretirme por el calor de la melancolía.
Pero no, no quiero que eso acabe con existir,
porque no es la tristeza más grande que la vida.
Aún así quiero que te saquen hoy de mi pecho,
que te rompan tanto, como se rompe el cristal;
quiero dar forma a mi recuerdo, quiero mirarte,
y una vez, sólo una vez más tocarte con mis labios.
Pero eso es querer, yo no era para nada lluvia.
Pero yo era el cielo que te lloraba tanto a diario,
como si quisiera ver a ese arcoíris que le sigue.
Haces que el frío parezca mas una oportunidad,
porque cuándo es invierno extraño tus abrazos,
cuando extraño tus abrazos me olvido del mundo.
Y olvidarme de todo implica un brote de locura.