El alma adormecida, apreciando las flores
distraída bajo la llovizna, que cae sobre la espalda
como si brotara una lágrima
como si lloraran los versos, enjaulados en el pecho
como si un pájaro dibujara trinos de extravió, inaudibles
sobre la monotonía del jardín decolorado
cubierto de musgos y hierbas grises
El alma que espera, constelaciones de sueños
para romper las rimas que teje la ausencia
en sus trazos sobre el lienzo amarillo
de las memorias plomizas,
oscuras, que esperan olvido
cuando dijiste, no lloro, aunque hubiese partido
La esencia que nos devora, con la paciencia del orgullo
que nos calla la boca, porque no entiende de dolor
solo de lápidas terrosas, que borran las figuras de las manos
de los labios, del pecho de nodriza que nos consuela
que silencia la voz, porque no entiende de amor
Voy a encender la lámpara que me devuelva el alma buena
la fantasía de los jazmines, impregnando tu pelo
el verso que he sentido y que dice te quiero
los ojos que he mirado y que saben lo que entrego
la boca que he besado y me inunda de deseo
el alma que he anhelado y a la que siempre espero.