Rodeado de esplendor
en su increíble atalaya,
la mejor que hay en Bizkaia
para ver ponerse el sol,
y desde el huerto que labra,
ve José el sol que se esconde
pero va cambiando el dónde
entre Ezkerralde y el Abra,
alrededor del Serantes,
a veces después del monte,
en su deriva hacia el norte,
las más de las veces antes.
Desde el baserri de Arriaga,
ha visto miles de vueltas
del astro, lluvias, tormentas,
y alguna que otra nevada.
Abriles contó en enero
cien, de extintos calendarios,
y el mes de su centenario,
ya el centésimo primero.
Josetxu es socio, el decano,
de un club también centenario,
el de su pueblo, el Erandio:
no hay socio más veterano.
La Sociedad Deportiva
Erandio Club, con su estadio
de Ategorri -¡Aupa el Erandio!-
fue y es su club de por vida.
El gran Josetxu yo creo
que se ha hecho merecedor
a hacer un saque de honor
y llevarse algún trofeo.
Admirable es, me parece,
la forma en que se mantiene
para los años que tiene,
y un gran aplauso merece,
porque siendo, por su edad,
persona más que provecta,
trabaja aún en su huerta,
si no media enfermedad.
Aunque pasa de los cien,
no deja la agricultura
y dobla aún la cintura,
por tener su huerta bien
y entona bien las canciones
bilbainas de los Botxeros,
los Txikis y los Chimberos,
las rancheras y otros sones.
En su honor se organizó
un homenaje sentido,
festejo que, agradecido,
con su gente disfrutó,
como muestra un reportaje,
en que se le ve sonriendo
al buen José, presidiendo
el banquete en su homenaje.
Seguro que, en el evento,
a su etxekoandre ausente,
familiares y más gente
añoró en algún momento.
Josetxu, el del Txakolí,
-el que en Arriaga tenía
la familia, en que vendía
el vino joven de aquí-
encara ahora el futuro,
en su segunda centuria,
sin euforia, ni penuria,
sereno, fuerte y seguro.
Su misión está cumplida,
satisfecho puede estar,
toca ahora disfrutar
lo que le quede de vida.
© Xabier Abando, 26/04/2022