Él, que me mira y admira, con una dulzura inigualable en sus ojos.
Puedo notar como construye castillos para mis sueños o pelea con mis demonios en cada caída o fracaso que me derrumban.
Suelo observar como dibuja los más perfectos escenarios para que yo pueda vivir allí, alejando todo mi mundo oscuro cuando estoy cerca de él.
Me lo imagino colectando mis ideas en una cajita, mis ataques efusivos en los que le relato cada aventura que sueño vivir y que anhelo sea mi compañero.
Sutilmente me escucha, pero deja entrever su entusiasmo y brillo en los ojos que me indica lo mucho que el disfruta de mis relatos, y como siente en su piel cada papel que le doy según la historia contada.
Podría ser mi guionista perfectamente, interpretandome en cada instancia que recorro.
O quizá el director de una obra caótica pero real, impregnada de tanta fugacidad como me muestro ante él.
En conclusión, esos ojos de otoño me muestran una infinidad de mundos.
Pero les seguiré contando después un poco más de esta historia; acabo de tener nuevamente el privilegio de cruzarme con ellos...