ANDREA
Llegaste a mi vida tan de prisa
E igualmente de prisa te fuiste,
Como se vienen y se van los huracanes
Y terremotos, dejando tras de sí
Solamente desastres, muertes,
Sollozos y tristezas.
Llegaste impetuosa a mi puerta
Que sacudiste sin piedad los cimientos
De mis tiernos e inocentes sentimientos.
Derrumbaste con tu pasión loca
Las columnas de mi afectividad,
Aprovechaste que mi amor sincero
Por ti, era mi más cruel debilidad.
Llegaste y rápido me amaste;
Llegaste y me dejaste que te amara;
Permitiste que mi pasión te quemara,
Y dejé que la tuya me devorara.
Yo mismo te di las llaves de mi alma
Para que hicieras en mí lo que te plazca.
Yo mismo loco enamorado de tu amor,
Tomé mi corazón y lo rendí a tus pies.
Me dejé seducir por todo lo que eres,
Te creí hasta con riesgo de no creerme a mí.
Te amé como nadie más lo ha hecho
Te di y te ofrecí todo lo que soy.
Contigo aprendí a cometer locuras
Que jamás en mi vida pensé.
Contigo acabó mi historia inocente
Y entré en la vida de los sueños.
Nada de mí no te ofrecía;
Me entregué todo hasta quedarme sin mí.
Todo lo que tengo, lo que sé y lo que soy,
Fuiste la primera a quien yo di.
Así me enseñaste que mi vida
Fue formada para vivir junto a tu vida.
Bueno, así lo creí yo, mi bien.
En tu lecho, no sé si recuerdas,
Quisimos comernos a besos.
Besamos todo lo que se podía besar.
Pusimos nuestros labios sedientos
En cada milímetro de nuestro cuerpo.
No nos importaban las consecuencias.
¡Qué bien si las hay, qué bien si no!
Así me hiciste creer que eres toda mía.
Tú me enseñaste a vivir contigo,
Y no quiero yo vida si no es a tu lado.
Elijo la muerte a soportar tu ausencia.
Mi historia quise con tu historia construir.
Tú me abriste los ojos al amor;
Tú me diste alas y me señalaste el cielo;
Tú me hiciste revivir para lo que ya estaba muerto;
Tú me invadiste y me dejé invadir;
Alimentaste mis ilusiones,
Hiciste resucitar en mí lo que era ya inerte.
Pero, apenas empecé a poner los primeros
Cimientos de mi futuro a tu lado,
Para sorpresa mía, me dijiste:
¡Hasta aquí, porque estoy confundida,
Y ya no sé qué es lo que siento por ti!
Y así, así de fácil, sin explicaciones,
Sin razones ni justificaciones,
Te marchaste y te fuiste de mi vida.
Después que al cielo azul me elevaste,
Después que te di todo,
Después de haber dejado todo por ti,
Después de haber visto mi desnudez,
Me dejas así nomás.
¿Y no que me amabas?
¿Y no que por mí morías?
¿Y no que entre todos me preferías’
¿Por qué enciendes el fuego
Que ahora no quieres apagar?
¿Por qué empiezas si no quieres acabar?
¿Por qué osaste construir
Y no quieres la construcción acabar?
¿Por qué abres y no cierras?
¿Por qué hieres si no quieres curar?
¿Por qué robas y no te llevas lo que robas?
¡Asesina! ¿Por qué me dijiste que sí
Cuando por dentro tramabas que no?
¿Por qué viniste si pensabas en el regreso?
¿Por qué destruyes lo que no sabes reparar?
¿Por qué comienzas si no quieres continuar?
¡Ay, mujer! Tal vez nunca me amaste,
Y que sólo fui en tu vida un paréntesis,
O un refugio ante la fuga de tu verdad.
Tal vez sólo era yo el loco colgado
Que empezó a construir castillos en el aire,
Por culpa de tu aparente amor,
Mientras en las páginas de tu historia personal
Me escribías como otra simple experiencia.
Si es así, mujer, entonces:
Mereces que te maldiga,
Mereces que presagie en tu contra
Y augure desde ya tu deshonra.
Pero no lo hago. En nombre del amor
Que por ti siento y tengo: ¡Te perdono!
En nombre de este amor sepulto
Al lejano olvido que así me trataste;
Y en nombre de este mismo amor
Te sigo esperando, hasta que decidas
Volver a mis brazos para amarte por los siglos.