Tarde esquiva de verano
que te acoges bajo el sol.
Junto al mar sopla el viento
con su brisa que enamora.
En el cielo aletean las gaviotas
desplegando libertad entre las nubes.
A lo lejos se sacuden las palmeras,
y la arena de la playa esta desierta…
encallada en un paisaje de leyenda.
El ambiente poco a poco se obscurece,
y el ocaso sede al paso de la noche.
Su acuarela se ha cubierto de penumbras.
A caído en el bohío el manto suave del silencio.
Las estrellas titubean muy distantes,
las vi morir aquella tarde,
frente a mí se apagaron los matices de la costa,
frente al mar y a los balseros de la orilla.
El lugar se atiborra de nostalgia,
las marimbas se escuchaban temerosas,
y el murmullo de las olas se ajustaban al compás,
recogían los lamentos…
de algún barco naufragado,
sumergido en el olvido.
En el muelle mi figura casi inerte
contemplaba ese inmenso horizonte desolado,
compartiendo junto al mar una nostalgia.
Era un sueño que guardé como un tesoro.
Más de pronto… repentinamente,
desde el vientre de sus aguas,
la sirena apareció súbitamente,
y me veía con curiosa fijación,
y mis ojos de emoción se consternaron.
No era un sueño…fue real.
La sirena de mi insomnio estaba ahí
frente a mi…y me miraba.
Tu naciste en mi mente,
como nace el arco iris en el cielo, inexplicablemente,
desafiando la tormenta,
y encendiendo un sentir de dulce calma.
Así llegaste a mi vida.
Deliraba desde siempre con tu imagen.
Desde niño yo creí en tu presencia,
y hoy que existes me da miedo.
Tengo miedo que te vayas…tan de prisa…
como el día en que emergiste de la nada.