Salió el espasmo de la noche,
las sombras se esfumaron en el horizonte
y el caos de tanto temores se despidieron.
El hambre de los animales nocturnos
dejó despojos que se fundían con la tierra,
el frío hería y se desvanecía,
mutaron las respiraciones en la maleza
y las presas se salvaron por unas horas.
En la ciudad se apagaron las luces
quedaron unas prendidas por olvido.
La vanidad de las fiestas rivalizaron
con los maltratos dolorosos, angustias
y ofuscas imágenes paralizadas.
Las prostitutas dejaron de ser perseguidas,
el fuego hecho de maderas, periódicos y basura
se fueron durmiendo con los vagabundos .
Al ir cruzando el alba
comenzó a bañarse de luz los lamentos de los animales
para volverse canciones que oyera el cielo
no sé si para despertar las nubes
contar lo terrible de las tinieblas
o desafiar la existencia,
apenas las dudas pasaban, el instinto dibujaba
movimientos para comenzar el llamado a aparearse,
el éxtasis se juntaba con los colores de la vida.
En la ciudad el ruido penetró en los refugios,
salen de nuevo los aires de grandeza alienados,
las ideas, manías , aventuras estériles, control,
trabajos que encierran almas, circulan alimentos
para poder existir en un mundo lleno de competición.
Las pisadas encriptadas con los pensamientos
dejan las calles embadurnadas de ansiedad
y los olores lampiños empapan la cordura retorcida
que dejan a los débiles indefensos sin juicio.
Cuando sucumben todos a la presencia material
de la muerte, es allí cuando se acercan a la morada
de los Dioses confiándoles la vida , la noche y el día,
quieren respirar el goce de una vida libre
sin temores, sin hambre, sin control, con aliento,
perderse en el espacio azul o lleno de estrellas
y entonar dentro de sí el trinar, bramidos o canciones
que los haga inmortales tal como son.
LALE NEDA ©