Y fué que entonces, ella comenzó a desnudarse mientras yo me perdía en los límites de su cuerpo. Ahí comprendí que yo había empezado desde hace un rato a hacerle el amor, mientras ella ponía fin a sus propias inseguridades. Por lo que, mientras su ropa tocaba el suelo, yo ya me hacía perdido entre las nubes del cielo que había en su cuerpo. En ellas me imaginé perderme entre sus chubascos con el deseo de que cayeran en mí hecho poesía, tal como en ese momento la sensualidad dictaba el proceder sobre su cuerpo. Y yo quise seguir estando perdido en ese mismo dictado que yo creía era el amor verdadero, ese que no se hace tan solo con miradas, ese que es descrito con cizaña por las letras de un poema como este, ese en el que unas cuantas rimas componen una sinfonía de amor y sensualidad mediante caricias que se pierden en el cuerpo de una Mujer tan perfecta como la que yacía desnuda frente a mí. Y así, lejos de toda cordura, con mis letras comencé a hacerle el amor...