Raiza N. Jiménez E.

A una hija .-

Aún eres mi  niña, un capullo en flor.

Aún te veo, mi muñeca, de traje azul.

Quería verte para darte todo mi amor.

Eres, mi blanca muñeca vestida de tul.

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Con cadenciosos pasos, venías a mí.

Tú sabías que, para ti, era mi canción.

Y yo a ti con bálsamo sagrado te ungí.

Verte crecer sana, fue mi preocupación.

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Siempre has sido y serás mi infinitud.

Las estancias contigo han sido hermosas.

Por ti, conservo la serenidad y la quietud.

Hoy quiero verte, como mi bonita Diosa.

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Eres noble, sencilla y sin posturas odiosas…

Así has sido tú, mi pequeña y bella princesa.

Contigo mis largas horas se hacen preciosas.

Hoy quiero darte lo que mi alma te profesa.

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¡Contigo amada hija, todo se torna color de Rosa

y brota de mí, orgullo, al verte dulce y glamorosa!