Aún eres mi niña, un capullo en flor.
Aún te veo, mi muñeca, de traje azul.
Quería verte para darte todo mi amor.
Eres, mi blanca muñeca vestida de tul.
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Con cadenciosos pasos, venías a mí.
Tú sabías que, para ti, era mi canción.
Y yo a ti con bálsamo sagrado te ungí.
Verte crecer sana, fue mi preocupación.
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Siempre has sido y serás mi infinitud.
Las estancias contigo han sido hermosas.
Por ti, conservo la serenidad y la quietud.
Hoy quiero verte, como mi bonita Diosa.
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Eres noble, sencilla y sin posturas odiosas…
Así has sido tú, mi pequeña y bella princesa.
Contigo mis largas horas se hacen preciosas.
Hoy quiero darte lo que mi alma te profesa.
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¡Contigo amada hija, todo se torna color de Rosa
y brota de mí, orgullo, al verte dulce y glamorosa!