Omar Flores

Dolor

El amor es un momento que nos da tanto y al irse no deja otra cosa que dolor. Aparecen aquellos sentimientos oscuros que parecían tan lejanos, que por un instante se olvidaron de existir; pero siempre estuvieron al acecho, adheridos al miedo que habitaba en lo más profundo de nuestra ilusión donde no pretendíamos entrar y sin embargo, después de una despedida es inevitable el destrozo.

El dolor nos atrapa indefensos y nos vuelve prisioneros del sufrimiento que es intenso: es sentir como tiembla nuestra carne y la muerte escupe un grito de la garganta queriendo huir. Es un huracán que azota con todas sus fuerzas las costas de nuestra humana fragilidad. No hay refugio, los pensamientos queman como el infierno con sus demonios emocionales.

No hay forma de escapar de ti.

El sueño es la viva muerte que nos da unas horas de tregua antes de volver a ser envestidos estrepitosamente. Lo que queda de nuestro anhelo, solo pretende volver a aquel sitio donde le arrebataron su razón de existir, vuelve a escudriñar ese narcótico.

La construcción del ser mediante las experiencias vividas dejaron de importar después del fatalismo, tan solo para implorar un minuto más al insignificante tiempo que venció al amor.

El dolor es directamente proporcional a la intensidad con la que nos entregamos.

Una vez más, abro los ojos y la pesadilla aún persiste, como la realidad que es un sol el cuál siempre va a estar por encima de mi, quemando. Un día más vivo existiendo a través de la muerte