NUESTRAS INICIALES.
A nadie podía importarle que nuestras iniciales quedaran aferradas a la arena por un tiempo.
Más allá del oleaje, más allá de los vientos, no debía importarle a nadie más lo nuestro.
Tú, bebiendo de mis labios. Yo, bebiendo de tus besos. Y ambos conquistados por el mágico silencio.
Y así pasaba el día. Se iba así la tarde. Y así permanecían nuestras bellas iniciales.
Ni al mundo ni a la gente, podíamos importarle, y era eso, precisamente, lo más interesante.