Zoraya M. Rodríguez

**~Novela Corta - Navegar en Profundo - Parte I~**

Era una vieja embarcación. Son cuatro jóvenes que deciden embarcar en el navío. Van por el Sur del Mediterráneo. Kadir, el rey de la embarcación, va con su mujer en proa y con timón en mano, justamente se detiene la embarcación en medio del Sur del Mediterráneo. No están solos ni en el medio del Sur del Mediterráneo ni en el ademán frío en poder detener la embarcación, si los cuatro cruzan el estandarte del gélido frío que yace allí mismo en medio del Sur en el Mediterráneo. Cuando en el frío desenlace de un destino fatal se vé la embarcación con ancla tirada y succionando arena quedaron los cuatros varados allí mismo. Y navegar en profundo era sólo de buena o mala suerte. Cuando en el delirio sosegado de un sólo temor y de un hechizo se hizo el desenlace de creer en el mar abierto. Y Kadir en medio del Sur del Mediterráneo, se vio frío y mal sosegado de tiempo y de iras intransigentes y de un sólo tiempo en que el cielo de azul quedó varado en el mismo firmamento. Y allí mismo dejó caer la mujer de Kadir la traición, la felonía, y la fría tentación. Cuando en el tiempo y en el deleite de creer en el combate de dar una forma de amar a su amante más y más, cuando su amante era y es una traición indeleble cuando por fin se dedicó en fuerza y en espelunca en hacer caer la pasión en camisas llenas de sudores extremos. Y Kadir el turco en medio del mediterráneo se dedicó en fuerte y en fuerzas clandestinas de creer en el embate de dar como la misma cadencia de dar una verdad, pero, tan efímera como en el sentido adverso de ese terrible y bravío mar abierto donde se halla la embarcación. Cuando Kadir se encerró en el ademán y tan frío de creer en el álgido porvenir, pero, sin Kadir y sí con su amante en pleno Sur del Mediterráneo. Cuando en el embate de dar con un amante dentro de su propia embarcación. Y el mar sosegado, templado, y tan tranquilo como ser tan clandestino, pero, tan real como el mismo desenlace. Porque cuando en el embrague de dar una osadía que por el día se detuvo la embarcación y ancló en medio del Sur del Mediterráneo, se vio, por lo tanto, como una fría y gélida misma muerte. Y todo, porque Kadir creyó que habían peces para pescar y ser muy ricos y para siempre. Y la mujer de Kadir, sonrió y quiso ser como el desierto efímero y creó una mala o buena suerte en caer en el frío destino. Y Kadir quiso ser fuerte, pero, no, no fue tan fuerte como el deseo o como el mismo tiempo en que se dedicó como el suave delirio y tan frío como el agua en el estanque, pero, aquí era el mar frío y con tanto deleite de creer en el alma desolada. Cuando se siente Kadir como el aire o como la desolación fría de sentir el suave delirio y tan perfecto en dar una sola estocada y tan fría como el delirio frío. Y Kadir sin sospechar nada y sin saber absolutamente nada. Cuando son dos jóvenes, Kadir y su mujer, los que van en esa embarcación que ancló en el Sur del Mediterráneo. Cuando en su afán de creer en el sueño efímero se electrizó la forma de dar con la verdad en esa triste embarcación. Cuando Kadir era el afortunado y el sueño idóneo, pero, tan erróneo fue el momento de dar clave sin razón y sin dar con el dolor imperfecto en su alma devastada de fríos y de extraño porvenir. Cuando en el alma de Kadir se fue de rumbo y de un pasaje sin regreso, porque cuando en el alma de Kadir fue la magia de creer en la gran pesadilla que viviría más adelante, creyendo lo que se dió en el camino de jovenzuelo llamado Kadir en el Sur del Mediterráneo. Y la mujer tramando con alardes lo que más se enredó en el alma de esa mujer y en cada paso de la vida misma. Cuando en el ademán frío, pero, tan indeleble del mismo corazón, se vió mortífero y atrayendo lo que más se dió en medio de ese mar travieso y tan sosegado y tranquilo, porque en realidad no había tempestades ni bravío está el mar en el Sur del Mediterráneo. Cuando en el alma de Kadir no da señales de vida ni de saber de la realidad de que su mujer lo que desea es matar su vida y quedarse con su amante en esa embarcación en medio del Sur de Mediterráneo para regresar a puerto seguro, pero, sin Kadir. Y su mujer, una mujer inexperta en la forma de matar, sólo quedó impecable cuando quiso anclar en medio del Sur del Mediterráneo y allí tramar la muerte más insegura, más tenaz y con una fábula super artificial de creer en el amor a toda costa, pero, sin él. 

Y su mujer se fue del mundo, y más que eso se fue como por arte de magia hacia el mismo universo frío. Y le dice ella a Kadir que -“el universo es tan álgido como el mismo cielo, pero, al inverso, o sea al revés”-, y Kadir tratando de pescar con su red. Cuando en el instante se vió el frío sosegado de fríos y de una tempestad que se avecina y sin saber de la realidad, pero, no era la tempestad en sí, que lo mataría sino ésa mujer de Kadir, el turco más diestro de la pesca. Y detrás de la misma ansiedad de que debía de automatizar la espera y tan inesperada de creer en el sosiego deambulando cerca del cristal en la proa de la embarcación y la mujer tomó un pedazo de cristal y será la estocada más fuerte de creer de que lo herirá de muerte segura, pero, no, no ella no podía ser tan malvada se decía ella en el interior de ella misma. Cuando en el trance de la verdad se vió estúpida y lerda y con el sol a cuestas en sus ojos dando brillo no pudo hacer lo que debía de hacer. Porque todo fue como el mal trayecto que quedó como sin diluir la espera en querer hacer lo acontecido. Cuando por delante de la verdad se vió fría y tan sosegada que dejo caer el pedazo de cristal de esa embarcación en ese mar tranquilo y templado. Cuando en el fulgor de ese cielo, lo vió y se dijo una vez para sí que, -“el universo es tan álgido como el mismo cielo, pero, al inverso, o sea al revés”-, pero, esta vez el sol da calores extremos y con una suavidad impetuosa en poder creer en el delirio buscando el tiempo y más que eso en el ocaso muerto de atraer en el tiempo una sola verdad. Y se fue Kadir de rumbo con su red, y cayó en el medio de la mar y creyó la mujer que por fin se deshace de Kadir como preámbulos de la vida y ella y su amante ya encienden la embarcación para marcharse lejos de allí del Sur del Mediterráneo, pero, no, no fue así. Kadir, el nadador más diestro con ese mar que él conoce como a la palma de su mano, hizo un empujón con la embarcación que cayó dentro y de pie en la misma embarcación. Y ella, la mujer de Kadir, creyó que no tendría que marcharse de sangre las manos, pero, al fin y al cabo, se dijo una vez más que, -“el universo es tan álgido como el mismo cielo, pero, en al inverso, o sea al revés”-, y el cielo dando calor y en un torrente de salvación, pero, y tan inocua como la única desolación. Y tan fría como el invierno o como el mismo hielo gélido, se vio ésa mujer, que por casualidad se vio álgida como la penumbras y las sombras de ese universo vacío que ella siente en su corazón. Porque cuando en el embrague de creer en la única verdad se vio ésa mujer como el mismo mal, y tanto desasosiego que en la sombras de ese universo se ve ella caer. Y se dijo una vez más que, -“el universo es tan álgido como el mismo cielo, pero, al inverso, o sea al revés”-, y creyó que el destino era ese camino frío y tan impetuoso, pero, quedó como el sol dando brillo, resplandor y rayos a todo lo que da. Cuando en el tiempo y en cada reloj del ocaso se vio llegar con la vida misma con que se marcha a occidente ese sol tan siniestro. Y se vio ésa mujer como el invierno gélido o como el mismo desastre de creer en el embrague de dar con la vida una sola salida, pero, no, si llego la noche y ellos cuatro varados en medio de ese océano abierto en el Sur del Mediterráneo. Cuando en el sosiego clandestino de ese mar tranquilo y tanto sosiego en medio del corazón se vio Kadir echando un sueño en medio de ese ocaso que les había llegado. Cuando en el trance de lo imperfecto se vio el frío y el gélido momento de caer encima de Kadir y echarlo por la borda, pero, no, no era el momento preciso ni el tiempo justo. Y quedó Kadir en medio del Sur del Mediterráneo vivo y más que eso con la vida misma sin disolver la ira que depende toda de él. Y Kadir con el sueño en la tempestad que se avecina por el norte, y la brújula sin dar señal, y su ancla bien anclada, pero, no era demasiado el cielo impetuoso era mejor caer en el universo frío, como le dice una vez la mujer que, -“el universo es tan álgido como el mismo cielo, pero, al inverso, o sea al revés”-, él no la entiende, sólo le da una sonrisa y un beso. Y ella, queriendo hacer lo que debía de hacer, pero, no, no era la oportunidad ni el momento adecuado. Cuando en su afán de querer sobrevivir la tempestad se vió fría y queriendo amarrar el hombre a su pecho, quedó la mujer queriendo matar a ése hombre para quedarse con su amante en medio del océano en el Sur del Mediterráneo. Si dentro del ocaso se vió fría y álgida y con un derrumbe en su memoria, porque en el ingrato temor de arrancar la cabeza de Kadir, el turco más diestro de la embarcación y sin sospechar jamás que él quería y trama algo para ellos tres y poder  quedarse con toda la pesca que él mismo había cosechado con tanto trabajo y con tanto esfuerzo. Ésa mujer sólo quería hacer lo que nunca debió de hacer. Y se interrumpió la comunicación con el transmisor. Y se dijo una vez más para su propio interior que, -“el universo es tan álgido como el mismo cielo, pero, al inverso, o sea al revés”-, cuando en su instinto se vio entristecido como de espantos nocturnos, pero, el sol brilla más y como nunca. Y se vio Kadir, el turco más diestro más enaltecido como el sol mismo. Y ella, la mujer de Kadir, como la malvada del cuento. Se vio fría y álgida como el desastre de creer en el ademán frío de dar con el dolor, cuando en su afán de dar la ilusión se vio creyendo en el don perfecto de la misma muerte. Cuando en un instante se vio tristemente como el mismo desenlace de dar como el mismo ademán frío de tener a la muerte entre sus manos. Cuando en su instinto vio a la mujer como ese invierno en medio del océano en el Sur del Mediterráneo. Cuando en un instante vio el viento que sopla en medio del mar abierto y ella cayó en tiempo. Cuando en el instante se vio álgido como el mismo tiempo, o como la misma penumbra, se vio ingrato como el mismo desenlace del tiempo con destino álgido. Cuando en el hechizo se vio como se hizo en la gran espera y tan inesperada. Y la mujer como una hechicera sólo quería ser fuerte y tenaz, pero, se dejó caer en el torrente de malas sensaciones. Y se fue de rumbo incierto cuando en la mala suerte de creer en la muerte, se vio tristemente y fuertemente débil, como por aquella vez en el ocaso de ese atardecer frío y tan friolero que pasaba. Y, sí, fue una muerte tan insegura, pero, muy certera. Y con tanta certeza se fría como el agua, o como el desdén de lo prohibido o como un beso extrayendo la forma, de dar con la suerte de creer en el alma rota de sentir el cariño por ése hombre que era su terriblemente amante. Y, sí, que fue la mujer de entregarse en cuerpo y alma bajo aquella luna del blanco nácar, bajo esa luna, quiso ser la mujer de Kadir y así fue. Y no quiso más decidir en la fuerza o en la debilidad, sino que quiso la muerte entre sus manos claras como el agua, o como el mismo cristal, o como el mismo viento que le sopló en el oído, -“el universo es tan álgido como el mismo cielo, pero, al inverso, o sea al revés”-, y se fue sin dirección y sin rumbo alguno a matar a Kadir en aquella embarcación en medio del Sur Mediterráneo. Y su instinto se vio frío como el viento o como el ocaso en que se vivía en esa embarcación que con pasión quiso ser ésa mujer que quería acabar con la vida de Kadir. Cuando en el trance de lo imperfecto quedó sólo el defecto de creer en el alma desierta de ese mar en el Sur del Mediterráneo como lo idóneo, pero, todo quedó erróneo. Y como un yerro quiso ser como la atracción eficaz de un sólo tormento, cuando, al fin y al cabo, quedó como lo más cruel, pero, lo más cobarde de dar con la triste sensación y con la fría tentación de querer matar a Kadir en esa embarcación y quedarse con su gran amante. Cuando en el único trance de lo imperfecto quedó como el gran defecto de dar con la pureza innata de dar con la única verdad, cuando en el alma de ésa mujer quedó como el sol en el ocaso, pero, todo fue un fracaso de ésa mujer. Y pensó nuevamente en lo que al oído le sopló el viento que, -“el universo es tan álgido como el mismo cielo, pero, al inverso, o sea al revés”-, y quiso ser el cielo o el universo, pero, en el beso de ése hombre pensó e imaginó ésa mujer, cuando bajo la luna la amó a escondidas con ese sol siniestro. Porque cuando en el alma de ésa mujer quedó negra como ese universo frío cuando al unísono de ese mar quedó a la orilla de ese mar su propio corazón. Si cuando Kadir, el turco más diestro del mar y más del Sur del Mediterráneo, quedó como lo idóneo y sin ser erróneo sacó la red del mar sosegado y tan templado y vio que ahí había mucha pesca y le agradó tanto que besó a ésa mujer en los labios y ella que le dice que, -“el universo es tan álgido como el mismo cielo, pero, al inverso, o sea al revés”-, y hubo pesca y se mira de reojo con el amante, y sin saber nada ni mucho menos sospechar de que Kadir ya los tenía entre sus manos. Y quedó como lo idóneo y no lo erróneo, en ese Sur del Mediterráneo, y con esos tres jóvenes, ya que el tercer joven le había comentado todo a Kadir. Y, sí, que la mujer de Kadir era todo para él. Cuando en su afán de querer atrapar lo imposible, ésa mujer de Kadir, sólo quiso matar aquello que se llama vida y que era imposible para ambos. 



Continuará……………………………………………………………………………………