Entre varias colinas, un llano, entre mil callejones, un sabio. Calabozos y llantos,
mármol frío que nada sabe, pues el rayo no cesa ante su pasado, calles y más calles
con un olor perdido a bronce y óxidos, dulce satinado que alumbra su oscuro vino,
como pasear entre dioses derribados y diosas de un mar hundido.
Alegre para muchos, triste ninguno, así aquel marinero que salió del Pireo
como pionero y vagabundo. Entre columnas y tejados que sonríen al iluso,
se escucha como la mirada de lechuza te invade en su sino.
Me perdería sin mirar las horas, entre altas columnas de indómitas sombras,
recogiendo versos que mendigan por callejas. Es una melena al viento de un Egeo mar,
donde cayeron reyes y entre sus labios de ninfa aún mas bella queda la desgracia del olvido,
un bailar sutil, una tierna caricia al mar, vacilante y blanco, blanco mate entre miradas,
es helénico pasear, brisas que me hacen no querer despertar.
Transparencia de un gran maestro que nunca se quedo en el olvido.
Es libre entre ciudades, es la de ojos de lechuza y melena obscura, sus labios susurran mientras baila ante la luna, miradas así, intenso, sin destino para tus pupilas, es eterno el horizonte, en una ciudad de gran nombre de luceros, que la desbordan cuando el mar salta.
Desde el menor horizonte se alza, esplendida, no dilata, ni por miedo, ni por nada. Diosa innata, ajena al tiempo, desde lo mas alto es extensa como el camino de sus mechas. Ante la vida, entre estrofas y escaleras, diademas que no impiden al viento, descubrir la vida entre olivas y vides.
Hay un gran camino, bajo un asfalto de brillante mármol, derrumbadas ilusiones entre bastidores
de un oscuro, ahora asfalto. Triste a veces, ver como su gloria decrece, pero sigue en pie como aquel hoplita que no deja , que nunca renuncia.