Cuando de pronto sube la red Kadir a la embarcación, y deja saber que su rumbo era estar allí en medio del Sur del Mediterráneo. Y le dijo por una vez más ésa mujer que acompaña a Kadir a sus viajes que, -“el universo es tan álgido como el mismo cielo, pero, al inverso, o sea al revés”-, y que se siente como el mismo paraíso, cuando en la guerra y en el amor no deben de existir trampas, ni traiciones ni felonías, ni mucho más tentaciones llenas de pecado mortífero y mirífico que, en cada cual, se obtiene la rica sensación de la vindicta. Y así fue, hasta que el mal llegó a las vidas y comenzando a desembarcar, porque todavía no han llegado a puerto seguro, sí, la embarcación de Kadir. Y la mujer de Kadir, siempre a la vanguardia y siempre al acecho de todo percance, era buena la mujer, pero, más ama a su amante que a su hombre, no se puede decir marido porque ni estaban casados. Cuando en la manera vil de atraer lo efímero a su vida atrajo y cosechó a muchos peces, por los cuales, le sirven de guía para conseguir más peces alli mismo en el medio del océano abierto en el Sur del Mediterráneo. Y no era error ni aciertos, ni éxitos ni fracasos, sino la bendita buena suerte. Porque cuando en el afán de creer de que se halla en el medio del Sur del Mediterráneo, fue lo más idóneo sin ser un poco erróneo. Cuando en el ademán frío de la vida se viene abajo toda ilusión y con todo el vacío del cielo o del universo frío, se dijo la mujer de Kadir. Y no se supo más de esa embarcación hasta que a un niño le cuentan la leyenda de la embarcación en medio del Sur del Mediterráneo. La cual se cuenta así. -“Era una embarcación tan vieja con cuatro tripulantes, Kadir el rey de la embarcación y su mujer van en proa y con timón en mano, van justo al medio del Sur del Mediterráneo. La embarcación ancló en medio de la arena, si era un océano muy profundo. Porque navegar en profundo sólo le gusta a Kadir. Él, quería llenar la embarcación de peces buenos, pero, por fin, echó red en mano al mar y supo algo, que su esencia y su presencia tenían que ver mucho con la pesca, pues, su manera de echar la red se acerca a dar rienda suelta con traer muchos peces. Cuando Kadir echó la red tenía buena pesca y se llenó de orgullo y de soberbia por ellos y quiso más de lo que tenía, de aquellos peces. Tenía peces buenos y una buena y excelente pesca. Cuando en el alma de Kadir se enalteció en el ademán frío de embargar lo que se dedicó en cuerpo y alma, cuando en el alma, sí, le dio Dios una buena pesca allá en el Sur del Mediterráneo. Cuando en su afán de poseer y ser el hombre pescador más poderoso del Mediterráneo quedó todo idóneo y sin ser tan erróneo y todo porque decidió en ser el pescador más diestro de la temporada. Cuando en su forma de creer en su alma quedó como el tiempo sin caducar ni expirar. Y todo porque su forma de ser fue la más buena, aunque la traición y la felonía y la tentación fría se dedicó en ser tan fuerte como el mismo sol que le observa, pues, su deleite de querer al sol y se tostar su piel con el bronceado de un buen pescador se hizo más amigo del sol que de la lluvia y de la tempestad. Y la tempestad se avecina, y sin saber y sin percatarse de que vendría la tempestad, sólo echó red a la embarcación y la mujer se le queda mirando como queriendo también quedarse con la pesca y matar a Kadir, pero, aunque lo intentó se envenenó su forma de ver extasiado y con el sol en los ojos y más con esos peces que amó y que amaba con todo su corazón. Cuando en el embrague de la vida se tornó desesperadamente inocuo, pero, transparente como los rayos del sol dando un bronceado en su piel tostada o curtida por el sol. Cuando Kadir sólo se dedicó en cuerpo y alma a ser el pescador más diestro, cuando en el alma de Kadir se llenó de peces buenos cuando echó la red hacia la embarcación. Y quiso más y en la noche que ya había llegado les dice a los tres que lo acompañan que se quedará varado allí por más tiempo. Y que tirará la red nuevamente al mar, a ver si la embarcación se llena de peces buenos, y sí, que lo logró. La tempestad se disipó, pues, la noche fría quedó desolada y se disolvió en el cielo la terrible tempestad, pero, aquella mujer, con su orgullo de mujer y por la soberbia también que ella siente, se vió indeleblemente adormecida por el amor de su amante el que también está en la embarcación. Y se fue de rumbo y sin dirección Kadir, el ancla bien anclada, y varados allí, los cuatro, tres pescadores y la mujer de Kadir, quedaron por más rato y por más tiempo. Porque cuando en el alma de Kadir creó una frontera de distancia entre ésa mujer y su odio, y más que eso su traición y su felonía y más que eso la fría tentación de ser tentada por el amor caprichoso por su amante. Y la mujer de Kadir quedó como la insospechada, la fría tentación sin ser la verdad que aflora en su propio corazón. Porque cuando en el alma de ésa mujer quedó el dolor y el odio en el corazón, pero, con una fuerza por delante de su propio mundo. Y tomó un arma letal cuando Kadir estaba echando por segunda vez la red en el mar en el Sur del Mediterráneo, y quedó al acecho tramando la muerte de Kadir, pero, no lo pudo hacer por que el tercer tripulante de la embarcación la mira con ojos de enemigo, porque él sí que era amigo de Kadir, y no lo traicionaría por nada, se decía. Y la mujer de Kadir, insospechada por Kadir, no lo quería vivo, pues, ella quería a todos los peces, a la embarcación y a su amante con ella. Y ella como la más malvada hechicera que con su pócima o brebaje y envenenar hasta al más valiente de los pescadores, decía ella. Y la embarcación fría y sosegada y con un tiempo en el alma, cayó como el desorden de creer en el corazón y con un sólo instinto, en que se dedicó en espelunca como la concavidad en su corazón que enaltece su esencia y más su presencia automatizando la cobarde atracción de creer en el alma desde que en el instante se dedicó en ser tan fuerte como el deleite delirante de dar con la verdad una imposibilidad automatizando la espera y tan inesperada de ver muerto a Kadir, el turco más diestro de la temporada. Cuando en el instante se dedicó en cuerpo y alma a la pesca y su contrincante el amante de la tripulación de la embarcación, quiso matarlo por envidia, por sosegado del tiempo, por la soberbia o por la traición viva de amar a la mujer de su amigo que ahora era su enemigo. Cuando en el tiempo y más en la noche se desviste el tiempo y más la manera de acechar a Kadir, entre su mujer y su amante. Mientras que Kadir, duerme a la borda del navío, la mujer sólo quiere y desea echarlo por la borda hacia ese mar templado, aunque era de noche estaba templado por el sol aún. Y la mujer, esa mujer que dentro del sol se vió fríamente indeleble como la fuerza en el corazón, se fue sin rumbo y sin dirección cuando en el sol casi aparece, otra vez, en el mismo cielo. Y ella, la mujer de Kadir, recuerda cuando amó a Kadir por vez primera, porque cuando la luna bajo aquel resplandor de luna con el blanco nácar se vió fríamente, pero, muy amada. Y sí, quedó extasiada por los besos de Kadir en ese cuerpo y en su alma devastada de amor y llena de pasión y quiso ser la mujer de Kadir y así lo fue. Después, de creer en el vicio automatizando de su amor por su amante, se vio la mujer de Kadir, llorando de dolor a escondidas en la proa de la embarcación. Y Kadir, ya sabía la verdad, al comienzo le dolió, y fue un golpe muy fuerte, pero, no indeleble. Porque cuando en el principio de la relación fue todo muy hermoso, pero, llegó un momento de rutina, de sosiego y de fría tentación, cuando se enredó en los brazos del amigo de Kadir.
Esa mañana, la mujer de Kadir, quiso embarcar al Sur del Mediterráneo, y se dijo en el interior que, -“el universo es tan álgido como el mismo cielo, pero, al inverso, o sea al revés”-, cuando se dedicó en cuerpo y alma deleitando a la vida misma. Porque todo fue perpetrado por ésa mujer de Kadir, cuando quiso llevar a la embarcación hacia el Sur del Mediterráneo. Destrozando su carisma y su virtud de mujer, cuando la tentó fríamente el odio, la soberbia, y la envidia hacia su hombre Kadir, el turco más diestro de la vida y de los pescadores del Mediterráneo. Cuando en el embrague de la vida, se vio atormentada y deleitosamente envenenando veneno por todo el camino hacia el Sur del Mediterráneo, cuando fue el desastre de creer en su alma fría. Cuando en el acecho se vio ésa mujer fríamente indeleble cuando su forma de creer en arma letal de su corazón si fue el odio y la soberbia y un sólo orgullo de querer más peces de lo que se había pescado. Y tomaron rumbo incierto en la embarcación con Kadir, cuando en el tiempo y a la verdad se electrizó la forma de dar con la verdad de que sólo quería la muerte para Kadir. Y en navegar en profundo, sólo lo que querían hacer era dar la muerte como una fría estocada. Y que era lo más travieso de la temporada, pero, era la muerte que ellos buscan en contra de Kadir. Cuando en la vida se siente como un sólo pasaje de ida y sin regreso. Cuando a la vuelta de la esquina le llama más la muerte que en la noche vestida de luna llena. Y era sí de noche, cuando en el amor entre Kadir y ésa mujer, le dio con devorar el amor entre sus ojos llenos de amor. Y se dieron besos bajo la luz de la luna llena, cuando se interpone el amante y les dice que la red pescó algo gigantesco cuando en la vida sólo era un gran pez gigante lo sacan de la red y lo echan a nadar. El ancla y varados allí en medio del océano, se vieron como el ancla desafortunada, e inestable, pero, firme en su afán de obtener su cometido. Y la mujer ama a Kadir y no lo quería matar en realidad, pero, más podía su orgullo y su soberbia llena de peces la embarcación que sólo quería la fortuna que de ellos se obtendría. Cuando, de pronto, se vio enaltecido, como de repente, un sólo suspiro, que dentro del dolor se vio frío el viento que les rozó a ella y a Kadir en esa fría embarcación. Y sólo ella quería más, más peces que lo que había pescado, pues, su ambición y su avidez sólo quería en ser la mujer que mata a Kadir. Y la leyenda continúa así. Cuando en su afán de creer en el desierto efímero de dar con la única salvación en poder creer en el desierto efímero de dar con lo más perenne de no poder salir de allí, y sí que era la noche más larga de la temporada de pesca en el Sur del Mediterráneo, con la única embarcación de dar con la única verdad de saber y de creer en el suburbio automatizado de la espera y tan inesperada en sentir la muerte a costa del único sentido. Porque cuando en el alma de Kadir se aferró el deseo fuerte de sentir el suave delirio se identificó el suave murmullo de creer en el desierto suave y tan clandestino de ese mar bravío, pero, que esta vez se halla templado y tranquilo. Y, sí, que pertenecía a la ansiedad de la soberbia de la mujer de Kadir, era como el bravío mar, pero, no lo demuestra hasta que lo quiere matar y herir con la estocada fría de la muerte segura. Cuando en el ademán frío de la verdad, se convierte en un sólo afán de dar con la inseguridad de creer en la muerte segura que nos trae la vida después de haber vivido demasiado, pero, no, no, ella la mujer de Kadir, sólo piensa en la muerte de horror y de espanto. Cuando en el instante de creer en el alma ciegamente se enfrío el desastre de dar con la única salvación, de dar con la verdad de que la muerte quedó inestable e insegura. Porque cuando en el alma de Kadir siente un jalón o empujón de su mujer hacia el mar después de recoger la red hacia la embarcación en esa noche impetuosa de espantos se vio intransigente y lleno de penas y de angustias fuertes. Cuando en la vida y en la suerte se vio impasible, pero, mal atrayente de creer en el ocaso frío, y de creer en la vida a muerte segura. Cuando en su delirio frío y por una buena pesca en el Sur del Mediterráneo, fue lo más idóneo sin ser lo imposible de lo erróneo. Cuando en el alma de Kadir siente un frío adyacente como una penumbra de sosiego y de desolación nueva en su cuerpo y más en su pobre alma destrozando el destino y más el camino frío. Y se dedicó como lo tan fuerte de creer en el alma desierta de dar con la única verdad lo más falso, pero, la más certeza verdad. Cuando en el alma quedó como la insistencia o como la gran ausencia de su alma a costa de la borda de ese mar sosegado. Cuando interrumpió el desastre de dar con la única falsedad de creer de que morirá en ese mar sosegado y templado en medio del Sur del Mediterráneo. Y, sí, que fue lo más idóneo y lo más erróneo, cuando el mal infundió en el delirio frío un mal desastre de dar con la verdad atrayendo una sola eficaz voluntad. Y se dio lo más efímero de creer en el alma de Kadir, una fuente de agua nueva en claridad, pero, no, no quedó más que el tiempo en cada renacer de la noche fría a expensas del frío. Y se amarró herido a la embarcación cuando con aquella estocada sintió el empujón de su mujer hacia el mar prohibido. Y quiso en ser como la misma esencia y como la misma mala sensación de dar con la única verdad de que ella la mujer de Kadir, del turco más diestro de la temporada y por ser un buen pescador, le propinó una verdad cercada en el alma de Kadir y fue que con la estocada lo empujó por la borda de su propia embarcación. Cuando por casualidad el hombre tosco y tan rudo como lo tostado de su piel con el sol, quedó vivo como todo hombre pescador y como todo hombre salvando la vida de un buen hombre y más que eso pescador.
Y así dice la leyenda. Era un niño pescador, que pescaba junto a su padre en el Mediterráneo y el padre le cuenta la leyenda más favorita de los pescadores. Y la mujer de Kadir, era una mujer terca y brava y tan fuerte como la misma razón en locura. Y se fue por donde se va de rumbo incierto y sin más dirección que la de mostrar una desventura nueva de creer en la sola razón perdida de un llanto perdido. Y se fue de rumbo incierto, sin una dirección fija, y sin una maestra de didáctico aprendizaje. Y no quiso ser más que el sueño pertinaz, y de una fijación extrema de una candidez que ya no se siente. Es como desvestir el alma de tiempo y demás fríos cuando con la estocada fría y desierta se dio lo más intransigente de la vida misma cuando en el alma de Kadir se vio sosegada de tiempo y de iras sin ser contempladas, cuando ella, la mujer de Kadir, el turco más poderoso y diestro de la región se dio por fin una venganza o una vindicta y tan inminente en que sólo el destino se burló de un frío inestable, de risas a carcajadas cuando Kadir cayó solo, herido y compungido al mar desértico. Y se siente desolado, y tan herido como la herida en su cuerpo de esa fría y álgida estocada con que la mujer de Kadir le propinó un mortal y letal golpe. Cuando en un instante quedó como el mismo tormento y como una terrible tempestad, pero, en el alma de Kadir. Como un infortunio delicado a creer en el momento en que ésa mujer se atrevió a desafiar la vida con una estocada fuerte entre sus manos delicadas de una mujer amada por un hombre que sí la amaba. Y la leyenda de esa triste embarcación, quedó por siempre entre el Sur del Mediterráneo. Cuando quedó como el mismo tormento, el ineficaz desastre de creer en la conmísera atracción de haber caído en el vacío y por la borda de esa embarcación. Y Kadir lleno de heridas y muy profundas, quedó como el embate de creer en el mar perdido y templado del Sur del Mediterráneo. Y fue tan idóneo y tan erróneo a la misma vez, cuando en el embate de dar con la única verdad, se aferró el desastre de dar con la misma verdad de caer en el delirio con la verdad y tan fría como el mismo sol, pero, en la noche álgida. Y cayó Kadir en el mar templado, y vio lo que nunca, sí, al odio de una mujer que amó con todo el corazón. Y quedó como el sol, o como la noche fría, sintiendo el desamor en su piel, en su cuerpo y más en la fría traición y en la felonía de la tentación fría de su mujer a cuestas de la razón perdida en la locura. Porque la mujer de Kadir, cuando partió lejos en la embarcación, y subió el ancla, nunca creyó que aquél hombre, recio y tosco, había muerto y sin saber que quedaría vivo y amarrado a la soga del ancla. Cuando en el alma de Kadir se sintió tan fuerte y tan débil como el haber sido emboscado por una mujer a quien amó indeleblemente. Y se fue su alma fuerte hacia el mismo instante en que fue emboscado por esa mujer. Y se fue sin rumbo incierto y sin más que la dirección de un naufragio y una vez en que sólo se sintió tan fuerte como por aquella vez en que se sintió tan veraz y tan neutral como cuando amó a ésa mujer. Y se sintió Kadir como cualquier persona y como en la alborada llena la embarcación de peces buenos. Y quiso su pesca y a la misma red con que pescó a esos peces buenos. Cuando, de pronto, quedó como el mismo pasaje de la vida sintiendo a su alma sin regreso. Y se vio Kadir en la misma fuerza en la amarga soledad cuando vio a su mujer celebrar que había embarcado al Sur del Mediterráneo, y que había pescado casi miles de peces buenos. Y Kadir fuera de la embarcación tratando de salir airoso y de sobrevivir a tiempo.
Y se detuvo en el alma una sola verdad de que él era el hombre de ésa malvada mujer. Él, Kadir, el turco más diestro de la pesca y de todos los pescadores quedó varado allí mismo, cuando en su afán de creer en la comarca de la gente celebrando y con vitoreos la forma de haber pescado a tantos peces buenos. Y se fue Kadir por el rumbo incierto, otra vez, se fue por donde se va el silencio enmudeciendo la vida y más que eso se fue de momento cuando su herida lo marcó y para siempre. Y a ésa mujer, le dejó todo, su pesca y su amante y a la embarcación, todo, porque era ella todo para él, aunque su amigo se lo había contado todo, pero, él en su afán no lo pudo superar. Cuando en el alma se dio como el pasaje de ida sin regreso. Cuando en el momento, sí imposiblemente, se fue el instante en que quiso ser fuerte como la vida misma, porque cuando en el alma de Kadir se fue por el abismo frío sin la mujer que amó, se fue cuando quiso ser y tan exacto, como el mismo capricho en ser como la misma vez en que se dedicó en ser fuerte, pero, su corazón fue lo más débil halló cuando ésa mujer se quedó con todo y más con todo el amor que de él emana. Cuando en el embate de dar una conmísera atracción se fue la virtud y la carencia de creer en el alma a cuestas de la pureza del alma de ésa pobre mujer que él Kadir amó con todo el corazón. Y se fue por el rumbo incierto, por la forma de creer en el destino frío, y más por el ocaso sin salida, pues, su mundo quiso ser como el mismo mundo en que se apartó la vida de Kadir de ésa mujer que se le quedó con todo. Y se fue por donde llegó la salvación, y se fue por donde Kadir por donde se aferró el desastre de creer en el embate de dar con la única espera por una sola esperanza. Cuando en navegar en profundo, se fue Kadir, el turco más diestro y el más poderoso, por donde se va el tiempo o como el tiempo llega y lía. Y se fue en soledad y se escondió a las afueras del pueblo en una choza clandestinamente. Y se dedicó a ser albañil y en cruzar el estandarte de la vida misma y juró que nunca más amará a ninguna mujer como a ésa mujer. Y quiso ser el juego de la vida misma, cuando en el afán de un porqué se aferró al destino y al frío camino. Y ésa mujer pescando junto a su amante. Kadir, el turco más tosco y más recio y con su piel tostada por el curtido sol, sabe algo de que ella morirá en ese mismo mar en que lo habría matado a él, y en contra de la verdad, se fue por donde el sol nace y sale en crepúsculo seco. Y en la alborada clandestina y en soledad, se dedicó en fuerte fuselaje a creer en su destino como el camino frío. Y Kadir, queriendo regresar al pueblo, decide realizar una vindicta inminente y tan real como lo que ésa mujer perpetró con la vida de Kadir. Y Kadir se fue de la insistencia, y de la presencia de ésa mujer. Cuando de tal forma y de tal manera, se dedicó Kadir como la forma de dar una sola verdad y fue que la vindicta era más inminente como la misma certeza. Y se fue Kadir a buscar a ésa mujer para vengar lo que en un lustro no había hecho como todo hombre. Porque cuando en el alma de Kadir fue como una luz hechicera, y se tornó como de costumbre. Para que en el alma de Kadir, se figurase como la fisura de un tormento. Cuando en el alma de Kadir se fue hacia la oscura sensación, como la vez aquella, en que se siente el desafío de dar con la fría verdad. Porque cuando en el alma se siente tan suave y delicado es el viento, pero, Kadir se aferró al instante en que se tornó en un numen, fraguando la manera de vengar su tiempo, su pesca y su embarcación y más a su corazón. Cuando, de repente, se vió en tormenta, y fue que su rumbo cambió de una forma y de tal manera que quiso en ser el hombre de ésa mujer. Cuando, en su afán de ver su acometido en instancias y en sola soledad, se vio aferrado al mal recuerdo y con ésa mujer. Y quedó como el más recio y tosco de los hombres, cuando se mira en su embarcación y con ésa mujer, si mató al amante y a sus tripulantes y quedó solo con ésa mujer en aquella embarcación y Kadir le dice a ella, a ésa mujer que, -“el universo es tan álgido como el mismo cielo, pero, al inverso, o sea al revés”-, y quedó con la embarcación, con la pesca del Sur del Mediterráneo y con ésa mujer. Y ella aunque le pide perdón, Kadir el hombre más rudo, tosco y recio y con su piel tostada, tomó, otra vez, el mando en esa embarcación y al amor de ésa mujer, que aunque la traición lo traicionó y con la felonía se atrevió a ser como el mismo embate de dar con la única salvación, de saber que su mundo se vio tristemente herido como el corazón amando a ésa mujer. Y le dijo que, -“el universo es tan álgido como el mismo cielo, pero, al inverso, o sea al revés”-, y entendió lo que significaron esas palabras de que el cielo es el universo y de que el universo es el cielo. Y así fue la leyenda.
FIN