De las regias pinceladas
que nos ofrece Natura
es esa luz que fulgura
en las tierras cultivadas
Con sus prolíficas manos
el campesino explotado,
solo y triste
y con anhelos humanos,
y de sudor empapado,
sueños viste.
Bajo soles inclementes
y en sus retoños pensando
en los surcos va dejando
de ilusiones las simientes.
Abrazado a la esperanza
piensa quizás algún día
claro y bello,
ha de brillar la bonanza
y escuchará de alegría
su destello.
Con tristeza que conmueve
y del arado prendido
su cabello se ha teñido
de blanco como la nieve.
El campo está preparado
para la nueva cosecha,
más la pena
de su alma no se ha borrado,
dejando su fe deshecha
tal condena.
Sus ensueños se deslizan
como lluvia sobre el prado
y a pobreza condenado
sus pesares se eternizan.
El mira crecer sus hijos
con el corazón ansioso,
sin futuro;
sabiendo que no hay cobijos
en su sendero escabroso
que es tan duro.
¡Pero al patrón no le importa
de su peón la ventura
y solamente procura
el trabajo que le aporta.
Ese será su destino
mientras no exista conciencia
noble y sana;
y caminará el camino
de su trágica existencia,
sin mañana!
Autor: Aníbal Rodríguez.