Toda la madrugada, solo, él vela,
cadáver ya, Ana Cecilia Luisa.
Él procura evitar toda pesquisa
de que vive con ella en la cautela.
Pasan las horas con su oscura estela
y él no quiere que pasen tan aprisa.
El alba en la ventana ya le avisa
y él, que lo sepan otros, teme y cela.
Su cargo obliga a estricta soltería.
Embajador de su país, sería
destituido si se descubriera.
Solo con el cochero parco y serio
lleva el cadáver hasta el cementerio,
ese amor con que a ocultas conviviera.
Del libro inédito La vejez de Erothya o los sonetos de una vida