Hoy es siempre todavía, toda la vida es ahora, y ahora, ahora es el momento de cumplir las promesas que nos hicimos: porque ayer no lo hicimos, porque mañana es tarde.
.Antonio Machado—
Me gustaría no pensar,
ni siquiera en el ahora,
en nada, no pensar, solo.
El impulso me empuja
hacia hechos que no existen,
que imagino por imaginar,
por miedo o precaución,
por rellenar el vacío del tiempo,
por rastrear amenazas inventadas,
por persistir en una genética innecesaria,
por allanar el terreno de peligro
y sobrevivir para abundar en la especie
—qué tontería tener que abundar
en algo que ya sobra, algo que muere
de una manera gratuita e inconsecuente—
¿Sobrevivir?¿Para qué, solo por estar vivo
y que exista la posibilidad de procrear?
¿Y por qué la ciencia no se arroga el reto
de reprogramar aquello que nos aleja
del bien vivir, del ahora?
Me gustaría pensar, pero sin atar
la mente a nada, dejarla al aire,
que sea el aire o el viento —si se mueve—
quien maneje el timón de la voluntad,
de querer persistir en una empresa
de la que solo sabemos su final.
Dejarla suelta, al azar, sin miedo
al paradero que quiera tomar, igual
que sea la estación, el destino
que el tren que pase tome, la posta
que el caballo de antaño abreve
para alivio del posadero y el viandante,
del viajero que quiere descubrir la leyenda
romántica de Alándalus, ingleses, franceses,
alemanes en tropel tras las huellas mentirosas
de un pasado que quizá fuese rosa, o no lo fuese.
Dejar volar la imaginación a lomos de un libro,
un libro que de cuentos hable, la Alhambra
y Washintong Irwing, Richard Ford y sus Cosas
de España, quijotes y sanchopanzas...
Me gustaría no pensar; no lo sé; solo afirmar
que lo que deseo es vivir, y vivir es ya.