Tiene manos cual bruja que, en su hechizo,
desentierra todos los pecados del infierno:
por su tacto, Lucifer cede los cuernos
y pone Dios en venta el paraíso.
No necesitará jamás pedir permiso
para abrir la llave de la fuente del deseo.
Lleva su imagen tallada el camafeo
que cuelga del cuello de Narciso.
Es quien guía el camino a los hebreos
que van sumisos, y de ojos vendados,
a la tierra prometida de amarillo.
Y desnuda a Eros, con su coqueteo,
repartiendo besos de aguardiente envenenados
en un cuarto de alquiler, y sin pestillos.