Fijé la mirada en el espejo
y en su reflejo, vi la cara
de un payaso que reía
y sentí honda tristeza,
cuando pude darme cuenta
que ocultaba mi dolor
con puras carcajadas.
Pero mis carcajadas,
como humo en espiral
se iban esparciendo
y comenzó de nuevo
a reflejarse en el espejo,
un rostro que a mi se parecía
lleno de pesares y de hastío
y poco a poco pude darme cuenta
que era la imagen,
del verdadero rostro mío.
Porque nadie sospechaba
que tras mi risa tan sonora
que en mi cara se veía,
había una honda tristeza
que en mi dolor me ahogaba.
Porque la risa muchas veces,
es la envoltura de un dolor callado
que lo llevas muy adentro de tu alma
y sólo al reír como un payaso
puedes disimularlo.