Jamás el corazón ha de rendirse
de amar y de soñar eternamente;
de luz y de esperanza ha de vestirse
buscando en horizonte sol naciente.
Igual que gran laurel, el debe erguirse
tratando de brillar fervientemente;
y lleno de vigor podrá sentirse
viviendo del placer su flama ardiente.
La duda y soledad han de ausentarse
del alma que pretende ser dichosa,
buscando derrotar a la tristeza;
repleta de coraje ha de enfrentarse
a toda incertidumbre peligrosa;
llevando su ilusión con gran firmeza.
Autor: Aníbal Rodríguez.