Este virus expansivo
lo acabaremos pillando
todos -él no es selectivo-,
al final -¡preciso el cuándo!-.
Eso dice todo el mundo
y yo lo digo también;
hay un motivo profundo
por el que eso encaja bien.
Las vacunas, que estuvieron
listas ya hace más de un año
y medio, no nos trajeron
la inmunidad de rebaño,
esa que evita el contagio;
la actual a tanto no alcanza
y eso ha causado el naufragio
del barco de la esperanza,
que navega a la deriva,
siempre a merced de las olas,
incesantes, sucesivas;
la diferencia es que, ahora,
la inmunidad adquirida,
aunque no evita el contagio,
actúa de salvavidas
a la hora del naufragio.
No estamos libres del bicho,
aunque ya es menos problema,
y cobra sentido el dicho
que encabeza este poema,
que revela el pesimismo,
también la resignación,
que nos invade ahora mismo
tras tanta vacunación:
es solo cuestión de tiempo.
Vana ilusión se abre paso,
si pensamos que eso es cierto
salvo, quizá, en nuestro caso.
Esa ilusión muere cuando,
por infortunio brutal,
le acaba a uno tocando
la china -la de Wuhan-
y recuerda uno la gente
que ya pilló el virus antes,
gente rica, muy pudiente,
políticos, gobernantes,
familiares, deportistas,
amigos, gente excelente,
incluso negacionistas,
que los tenemos in mente,
y mucha gente muy pobre
y ancianos, -¡qué pobre gente,
que hasta parece que sobre!-
que condenaron a muerte
en tétricas residencias,
sin atención sanitaria,
políticos sin conciencia
de la clase insolidaria.
No solo en las residencias
creció la mortalidad,
debido a la inexperiencia
y a la nula inmunidad.
La mortalidad decrece
ahora con las vacunas,
pero el riesgo permanece
y ni las grandes fortunas
ni los que rezan a dioses
que envían plagas, -tal cual-
se ven libres de las toses
y otros síntomas del mal.
Se evitan con precauciones
que minimicen el riesgo,
pero siempre hay tentaciones,
que se superan cayendo.
Supone, cuando lo pillas,
una cura de humildad,
la explicación es sencilla:
te faltaba inmunidad.
Por azar, yo he coincidido,
con el actual Lehendakari
que es, sobraría decirlo,
el presidente de Euskadi.
Coincidimos en el tiempo,
tan solo, no en el espacio,
de ese fatídico evento,
me refiero al del contagio.
© Xabier Abando, 05/05/2022