Gozoso miraba
la nube llorona
mojando la tierra,
mojando la loma
soplando la brisa,
pegando en la alcoba
sintiendo con fuerza
su espléndido aroma
y aquella tormenta
era seductora.
Seguía gozoso
mirando en la alcoba
la lluvia cayendo
con nutridas gotas
porque iban regando
la linda amapola
cayendo cual perlas
fingiendo que lloran
cuando se deslizan
por lindas corolas.
¡Qué hermosa la lluvia
regando las rocas
que brillan lavadas
bañadas por gotas
que saltan y saltan
las pringas que chocan!.
¡Qué maravilloso
el campo que mojan
de verde se visten
del monte sus hojas
y brillan cual jade
que el alma me tocan
y voy suspirando
mirando las pozas
que el agua las llena
cuando el río asoma!
La lluvia que cae
nunca es poca cosa.
Mi padre decía:
que canta y que llora
cuando sobre el techo
se escuchan sus gotas
como los tambores,
o como pianolas,
que cantan su lira
que el abuelo adora
cuando la tormenta
es fuerte y copiosa
y van anegando
terrenos de flora
que darán su fruto
porque cada gota
que trae la lluvia
no solo la moja
la tierra reseca
que el humus rebrota
porque humedecida
la tierra se abona.
La lluvia refresca
cantando sus odas
y van floreciendo
las lindas corolas
de bellos jardines
que las enarbolan
que mis ojos miran
brillando en la aurora
que da sus destellos
con luces hermosas
que van alumbrando
y aliento me roban
con fuertes suspiros
que desde mi alcoba
se van con el viento
mirando las rosas.
Las lluvias de mayo
siempre son cantoras
pues cantan su canto
cuando estoy a solas
las gotas mirando
cual perlas preciosas
que caen al suelo
y nadie controla.
Y en los fuertes mares
aquellas gaviotas
volando felices,
sobre aquellas olas
se van deslizando
si el viento las toca.
¡Qué hermosa la lluvia,
qué frescas sus gotas!
Cuando te acarician,
cuando el viento sopla
y mojan tu cuerpo...
¡Sus perlas retozan!