Madre,
no cierres tus alas, no aprisiones al polluelo,
deja que abandone el nido.
¿Qué no ves que ya ha crecido y ya no llora indefenso?
Madre,
eres más que un regazo donde se busca consuelo.
Pero no canses tu brazo con fardos de sufrimiento
que resulta innecesario si abraza un calvario eterno.
No bordes hilos de seda que se tornen en cadenas;
deja que corten el hilo, no les trates cual cometas
que al llegar las tempestades, contra el viento se rebelan.
El amor no es sacrificio, no duele cuando se entrega
sin ideales, ni prejuicios, sin esperar recompensa.
Madre,
sé como la Tierra: cálida, sabia y eterna
siempre noble y generosa
que recibe la semilla, pero la deja que crezca.
Madre,
tú eres más que un nombre compuesto de cinco letras.
Eres mujer, eres diosa, eres lluvia, luz de estrellas;
frágil como mariposa y fuerte como tormenta.
Madre,
sólo sé tú misma, siente, vive, llora, anhela,
sin dudas, sin pretensiones, sin temor, sin etiquetas,
que en el fruto de tu vientre has visto tu recompensa.
Madre,
siéntete orgullosa: ¡eres la creación perfecta!