Para construir un poema, nuestros labios deben procurar borrar de la blancura de esta hoja todas sus inseguridades que alguna vez le bloquearon esa perfección que no ha sido capaz de ver más allá de sus propios temores. Por eso, usaremos la tinta que nos brinda nuestra propia pasión para tatuar sobre sus miedos nuestras rimas que irán acompañadas de versos infinitos perdidos en la fogocidad de nuestra fantasía.
Para continuar con nuestra construcción, nuestra boca comenzará a sentir el peso del ardor que siempre acompañó a la blancura de esta hoja. Eso nos motivará e recitar a carne viva esa lujuria que nos envuelve y que se ve reflejada en lo níveo de su suavidad.
Por eso, en su segunda estrofa, nuestra boca debe procurar retenerse un instante para recorrer cada espacio que aparte el vacío de esa blancura, para luego probar la majestuosidad de las sombras de las montañas que allí yacen, imponentes y erectas a la espera de los nuevos versos para este poema.
Ya en la medianía de esta poesía, nuestros labios continuarán su camino recitando en él nuevas rimas, de esas que otros poetas siempre prometieron, pero que nunca fueron por su escasa capacidad de poesía. Allí comenzaremos a sentir ese vibrar que llena de pronto cada espacio de esta hoja. En él depositaremos esas inseguridades extraídas de arriba para que, al final de la noche, no bloqueen la visión de su propia perfección.
A la altura correspondiente a los dos tercios, nuestros labios sentirán más patente esas vibraciones, pues, ellas estaban ahogadas en la humedad de gritos prometidos alguna vez al viento, pero que se perdieron en la decepción fría a la que se acostumbró en cada inviernos. Por eso, nuestros labios le llevarán en su humedad, esa primavera por siempre necesitada para que al final, esos versos se pierdan en las ardientes rimas de ese verano tan deseado.
Ya casi al final de este poema, sentiremos así lo dejado atrás en esas huellas que nos harán sentir lo perfecto que está quedando. Así permaneceremos en la memoria la blancura de esta hoja como esos poetas que siempre quisieron ser y que no fueron, por esa promesas a calladas por la salinidad de una lágrima de desesperación que nunca tuvo esperanza. Así acallaremos esos gritos del ayer, para recibirlos en cada TE AMO escrito en este poema, pues, sentiremos así que una frase de amor cobra sentido si es ecrita con la humedad de nuestra boca.
Por último, nuestros labios al fin terminarán su recorrido tras esas intensas vibraciones que nos darán a beber la promesa de nuevos veros para nuevas noches de pasión que se perderán en lo agridulce de su humedad, mientras en la lejanía aun contemplamos la impinencia de sus montañas desnudas entregadas a la dureza del rigor erótico de este clima. Solo ahí veremos lo bien que fue nuestra tarea, pues así, esta hoja querrá otra noche más para nuevas rimas, nuevos versos que en la oscuridad se habrán de perder bajo el título mágico de fantasía y erotismo de un poema llamado Mujer.