Mis ojos son tus cascadas
y perlas las gotas
que de ella emanan.
Mi boca es tu trompeta
anunciando tu palabra
que atraviesa como espada.
Mis manos son la fuerza
aplicada a tu maestranza
en pie de la batalla.
Mis oídos son la entrada
al gozo de mi corazón,
al oír tu meliflua voz.
Mi naso es el discernir
del aroma o hedor
que exhala del justo o pecador.