Lejos, escuchas su sonido.
Lento, pretérito, como en un
cuadro de Monet, el tiempo
sitúa sus hitos, bien
definidos: la larguísima agonía
de las flores resecas
en agosto, los centrífugos carpetazos
al salir de las aulas, como mamíferos
agredidos por un sol inusual.
El insólito destello de las piedras hueras,
golpeando los sitios más abundantes
de un cabello que, cerca de desaparecer,
procedía a sumarse a la atonía general.
El breve espasmo de un latido, todo
aquello fue, y, sin embargo, no lo das
por perdido, gastado o transitorio.
Que bien en ti, halla eco y vibración inmortales-.
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