Josefina Barreto

MADRE SOLTERA

Te señalan con el dedo

con esa cruel etiqueta:

por cosas de la fortuna

has sido madre soltera.

Mira que juzga la gente

sin preguntarse siquiera,

si esa chica adolescente

se enamoró de un cualquiera

que, prometiendo la luna,

ha apagado sus estrellas.

 

Va el pequeño de tu mano

y temeroso, se aferra.

Él no sabe que le llaman

“el hijo de la soltera”

“ése, que no tiene padre”

“ése, al que nadie espera”.

 

¡Qué cruel suele ser la gente

cuando afrenta la inocencia!

¡Qué cruel suele ser la vida

que rebosa de inconsciencia!

 

Colocas sólo dos platos,

dos sillas junto en la mesa.

Tomas a tu hijo en brazos

y le acunas con paciencia.

Ese par de pantalones

que han brillado por su ausencia

lo suples con tu ternura,

segura de tu decencia.

Del que no supo ser hombre,

no hace falta su presencia.

 

Y cuando cierras la puerta

dejas que hablen afuera.

¡Que se traguen sus palabras!

¡Que cierren su boca abierta!

Y que te juzgue quien quiera;

si están libres de pecado

quien pueda, que lance piedras.

Vamos, la frente levanta

con tu mirada sincera,

porque no es ninguna afrenta

llamarte “madre soltera”.