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A expensas del camino que te queda
y a cargo de un placer que a bien se siente,
¡oh!, Mayo, tu presencia en la arboleda
se vive de manera diferente.
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Envuelto de perfume, amor y seda
acaricias de forma sorprendente
el trinar más jovial, el que se enreda
en el nido, romántico e inocente.
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La blanca luz de luna, crece y crece,
y hace de ti un instante casi eterno
en los ojos inquietos del amor.
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Y así sigue el amor, cuando amanece,
tan cálido y rebelde como tierno
en alas de un futuro ensoñador.
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Fotigrafía y poema Ramón Bonachi.