Michurin Vélez

DIPLOMACIA INMÓVIL

DIPLOMACIA INMOVIL 

A los pies de los volcanes 
las gaviotas viajeras interpretan sabiamente 
las notas de los excitados mares 
y el murmullo pudoroso de los extendidos valles

Sobre la piel de los mares 
los vientos mendigan un refugio en cada puerto, 
en las altas montañas -cianóticas por el frío- 
corre un glacial silencio 
donde las espigas tiemblan 
y la escarcha encala el pastizal sombrío 
 
Los siglos transcurren lentos 
como días comprimidos que nunca abandonan septiembre
como instantes simultáneos 
en que el tiempo se congela en la hora meridiana 
     solamente las palabras rompen la memoria ausente 
     con el furor de los deseos 
     que escupen la realidad sobre las utopías perpetuas

En las ciudades distantes
los faroles ciegos
     -abandonados por las sombras 
       y huérfanos de la noche-
titilan nerviosos 
mientras la luz de la alborada 
agita las calles con su salvaje demencia

en el ático de un olmo 
un búho azabache saluda la madrugada
y una garza roja estrangula la noche

en las sombras cóncavas de los rincones pétreos 
las arañas tejen galaxias 
y los gatos insomnes se elevan con sus pasos elásticos 
emulando el vuelo de las mariposas

Las manos sudorosas se resbalan 
por la tibia espalda de los amantes
      la sideral fragancia de la flor canela 
     y el sabor violeta de los tulipanes 
     copulan silenciosos en los manantiales 
     desafiando el regocijo de los amantes

el dolor de la ausencia -tan nítido como el agua- 
palpita detrás de la mirada de los colibríes 
que baten sus alas con vehemencia loca

Los orantes en la Iglesia imploran a los dioses, 
ha llegado la hora de pagar las deudas para morir en paz 
      -nadie soporta demasiados pecados a la vez- 
las verdades ocultas 
claman en voz alta el alivio y la absolución 
antes de arribar a su destino

al final 
la muerte es la única deuda que tiene una respuesta verdadera
      -la única respuesta que nunca podremos escuchar-

así 
la mayor tragedia de la vida es la muerte 
no porque sea inexorable 
sino porque es una ausencia sin retorno

entonces
admiro la inmóvil diplomacia de los muertos 
como un signo de sosiego y no de lamento 
en medio de la oscuridad sagrada y el venerable silencio 
      el momento más idóneo 
      para proyectar las otras dimensiones de la vida 
      y de la naturaleza misma