Con ese afán de confundir al cielo,
de ser titán zaíno en el albero,
quisiera al sol poner a un palmo del suelo
y levantar al viento con cada amanecida.
En la ignorante felicidad de cambiar
el nombre de las cosas, de ingeniarles deudos
y otros apellidos, desde las alturas desciendo
a contemplar las cimas. Las noches, tal vez
fueran los días, ya no son de vino y rosas,
ahora una insomne resaca al pairo los abriga.
El pan no sacia ya el hambre de los celos,
mientras la carne, atadas a la espalda las gavillas
del deseo, padece, caduca levadura, el prejuicio
de la duda. Aquí, ya perdida la mesura, me guardo
en el bolsillo mi carnet de pordiosero, y me digo
que la agonía es, tan solo, un ronco latido pasajero.
Así que me postulo, yo el primero, a ser testigo
y bien parecido cadáver en mi propio duelo.
\"Arena en los bolsillos\" (2014)