ALVARO J. MARQUEZ

LA CARTA QUE NUNCA ENVIÉ

   No sé dónde estás… y esta carta la escribo no por ti, no por lo que eres… tal vez por el pasado, tal vez por las cálidas y sosegadas horas que tu locura o capricho me hayan regalado… y si digo locura, no pienso en tu cabeza frágil, transmutable y voluptuosa, sólo pienso en los instantes en que de infernal pasión, parecía tu corazón entregarse como deshojando uno a uno los pétalos de una rosa… o tal vez escribo para mí, escribo para mi corazón, escribo para mi alma, o escribo para mis sentimientos que alguna compensación han de tener por haberlos entregado a cambio de vanidad y sufrimientos.

    ¿Qué quieres que te diga? ¿Que te quise como mujer, como un fantasma o como mi amante? Como mujer Dios te premió con todos los encantos terrenales, como fantasma vagas por la vida y tu vida vaga como un fantasma… y como amante, miedosa y sin mañana… jaja, qué dolor decirlo, pero mi alma fue para ti demasiado grande.

    ¿Sabes lo que es el alma?, ¿sabes dónde se aprende a vibrar, a gozar y a sufrir con el dolor, la alegría y la esperanza?, ¿no lo sabes?, ¿pero acaso crees que existan parajes o tratados donde te enseñen a amar como hasta ahora nunca has amado?, ¿crees que conociendo a Sócrates, Platón o Aristóteles tu alma se te ensanche y puedas amar como la mía te lo ha mostrado?, Yo te digo que no. Cosas como éstas sólo se aprenden en las entrañas de la madre que nos concibió y mi madre me dio una esencia tan desaforada, que para amarte ¡mucha alma me sobró!

    Perdóname esta carta aunque sé que nunca la enviaré, primero porque no sé dónde estás y segundo, porque después de amarte tanto, el alma que te escribe no te quiere ofender.