Me dueles,
quizá porque en la primera
generación del hombre
te arrancaron de mis costillas.
Yo soy el egoísta, el terco,
por creer que eres mía;
por pensar que es cierto
que, en verdad, me necesitas.
Me dueles,
en los huesos y en la carne,
y en el alma me dueles.
En la tierra que pisas
y en el aire que respiras.
Antes, ahora y después;
en cada instante me dueles,
abierta como una herida.
Me dueles,
y soy yo el que muere,
el que persigue tu sombra;
el que te necesita,
el que respira tu aroma
cuando estás ausente
y siente tu recuerdo
como una caricia,
para que no duela tanto,
no duela tanto la vida.
—Felicio Flores