(Después del accidente III)
Un segundo basta y la vida acaba.
Un segundo es todo, y es nada.
Nadie sabe lo que ocurre:
Explosión, hierros torcidos, cuerpos aplastados,
gritos desesperados,
desesperados que ya no gritan,
incendios, polvo que ciega y asfixia,
ruegos como última esperanza,
de una vida que sabe que se acaba.
Solo oídos sordos llegan del universo…
Parece que es demasiada la distancia…
Llega la noticia con más incógnitas que palabras.
Son los primeros minutos de una tragedia que se desata.
Se sabe a medias lo ocurrido.
El lugar parece un campo de batalla.
Persona del pueblo ignoran el peligro,
y sin saber por qué se involucran y salvan…
Llegan las primeras ambulancias.
Vivos o muertos llegan las primeras víctimas,
a hospitales que casi colapsan.
Decenas quedaron atrapados bajo los escombros:
vivos, casi muertos, sin poder conocer
si es el mundo que se acaba.
Es la tragedia que apenas se desata.
Muchas familias ignoran en ese minuto,
que un hijo, una esposa, un padre, un hermano,
una niña adorada por todos,
se encuentra entre la vida o la muerte,
en un hospital o esperando por ser rescatada.
Poco a poco la noticia llega a cada casa;
llega como lava hirviente,
a una ciudad que apenas sabe lo que pasa,
y los hospitales se llenan de familias desesperadas.
Pasan las horas y pasan los días,
y el luto compartido es una realidad inesperada,
una realidad inaceptable…
¿Cómo entender lo que ha ocurrido?
Si hubiese sido por un terremoto…
Si un aerolito hubiese chocado con la tierra…
Si un Vesubio apareciera de la nada…
Si una nave extraterrestre nos hubiese atacado…
Si incluso la furia de Dios se hubiese desatado…
Pasan las horas, pasan los días,
pero nunca habrá paz en la razón desesperada.
Si hubiese sido la guerra…
O por estar cumpliendo con su obligación,
como corresponde a un bombero,
un médico, un maestro,
o un simple obrero que cumple su jornada.
Entonces duele menos aunque el dolor no cambia.
Pero… ¿Por qué estaba precisamente allí?
¿Por qué estaba en el lugar equivocado?
No es posible aceptar las cosas del destino.
Un segundo no puede ser todo o nada…
La razón no puede aceptar la irracionalidad justificada.
Ser o no ser no es opción si contradice la fe,
porque es cruel reconocer que con la fe no basta…
¿Dónde estaban los ángeles de esas personas?
¿Qué justifica la muerte de niños?
¡Culpable es el que puede, y no salva!
Disculpen… No puedo aceptarlo.
Y no quiero terminar diciendo malas palabras…
Frank Calle (11/ 05/ 2022)