En terrífico suspenso, ha milenios
en la faz de la tierra sin fronteras,
el espíritu del Dios incognoscible
turbaba la quietud silente y negra.
El gran Dios en coloquio con su Hijo
determina con su mente excelsa y pura,
la creación de los mares y los bosques
y al impacto de su voz, surge natura.
Hágase la luz!...sonó aquel día,
a través de la niebla inpenetrable,
y al instante mil rayos a porfía
anunciaron creación incomparable.
Hágase la luz!...sonó aquel día
y la luz con fulgores inefables,
en destellos rompía la noche fría
proclamando de un Dios lo inmensurable.
Hágase la luz!... con voz solemne
el Creador dio comienzo así a la vida,
y al reflejo de mil luces multiformes
despertóse la virtud dormida.
El sol se mostró cual luminaria
esparciendo calor vivificante,
y asomó tras altísimas montañas
la aurora en colores rutilantes.
De verdor se cubrió la fértil tierra
y las aguas pobláronse de peces,
aleteos y trinar en llano y sierra
ascendieron hacia el cielo cual mil preces.
Al tronar de los cascos, los rebaños
paciendo en la quietud de la pradera,
elevan en mujires su alabanza
al orto y nacimiento de una era.
Y del barro salió, Adán su nombre!
al conjuro de las manos sacrosantas,
la máxima expresión, el primer hombre
en hollar esta tierra con sus plantas.
En vergel de mil flores y mil frutos
gozando de sin par vida y solaz,
Adán, su compañera, son los amos
de utópico jardín de dicha y paz.
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El tiempo en otros tiempos vegetaba
en parálisis de inercia y de quietud,
ya trota cual corcel tras un futuro
plasmado de promesas y de luz.
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Hosanna y Gloria!! con fragor tremole
hasta el trono del sumo constructor,
Alabanzas en cantos y redobles!
Loor y Gloria, bendición y honor!!
R. Gruger / 1960