Otros tiempos fueron,
el trabajo de camarero,
con palmadas los llamaban
y chirriantes chiflidos,
de clientes vanidosos,
con miradas que asustaban.
Corriendo con sus bandejas,
ellos no atinaban
y desvalidos se sentían.
Cien ojos reclamando:
¡la comida no sabe a nada!
¡Está frío!
¡Esto no lo hemos pedido!
Alguna voz se escuchaba;
¡calla y no digas nada,
que los clientes siempre
tienen la razón!
En silencio quedaban
esperando dulces palabras, de regreso a su hogar.
Que sencillo es humillar,
cuando hay monedas
en un bolsillo.