Si te vas a escapar del manicomio,
hazlo en primavera,
nunca en otoño,
aunque te dejen vía libre.
Un loco fugitivo en otoño
tiene menos sentido
que Robinson (Crusoe)
encontrando una mina de oro.
Puesto a fugarte del manicomio,
Sácale partido a la fuga;
Solo en primavera podrás
patear avisperos,
ponerle sombrero a los girasoles,
reirte a carcajadas al presenciar
el suicidio del fruto maduro,
hacerle los coros al verderón,
rascarte la espalda con un erizo,
cortarte los dedos para plantar
esquejes dementemente verdes,
subirte a una secuoya gigante
para asomarte al escote de la luna;
las secuoyas monumentales
son los puntales del cielo.
En primavera y solo en primavera
evitarás levantar sospechas
de tu enajenada condición
camuflándote entre los cuerdos
que se hacen el loco.
Solo hay una manera de distinguir
a un loco auténtico
de otro que se hace el loco,
y es invitándolo a jugar
una partida de ajedrez
contra un tigre siberiano;
Si dice que le aburre el ajedrez,
estamos ante un loco de imitación.
Si se te ocurrió en invierno la idea
de fugarte, espera a la primavera
para llevarla a cabo.
La única espera que vale la pena
es esperar a la primavera.
No importa que te atrapen
al poco de escapar,
el día de mañana podrás contarle
a tus nietos que pudiste escapar
de la habitación acolchada
en primavera para darle alas
a tu amalgama neuronal
dándote cabezazos contra
los cotiledones de la alegría.
La más única forma
de escapar del manicomio,
es hacerlo en primavera.
En cualquier otro momento
te verás escapando hacia dentro.